El fracaso del despotismo ilustrado en conseguir una transformación real de la sociedad acabó conduciendo a las revoluciones liberales.
La primera de estas revoluciones se produjo en América, donde los colonos se levantaron contra Gran Bretaña.
Pero fue a partir de la Revolución Francesa (1789) cuando las revoluciones liberales se convirtieron en un fenómeno universal. Como resultado, se impuso el liberalismo revolucionario, lo que acabó con el Antiguo Régimen.
Con la derrota de Napoleón y la Restauración parecía que la revolución había muerto. Pero sus ideas volvieron a resurgir en Europa (revoluciones de 1820, 1830 y 1848) y en América (la independencia de casi todas las colonias que España tenía en Hispanoamérica).
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